"Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho, lo hacen" Bertrand Russell.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Hipótesis filosóficas en la ciencia I: la realidad del mundo externo

Hace unos días, y luego de un buen tiempo, me regresaron mi libro de La Investigación Científica, obra magna del epistemólogo argentino Mario Bunge. Aunque con gusto y sin problemas puedo prestar mis libros aquellos que considero de confianza, lo cierto es que ya lo extrañaba leer los problemas y cuestionamientos que Bunge plantea en este libro, cuyo prólogo asegura que este viene a ser "el primer tratado sistemático de epistemología" (o filosofía de la ciencia, pues).

Dándole un repaso al índice para recordar su contenido, me topé un con un tema bastante interesante en el capítulo 5 de la parte II: Hipótesis filosóficas en la ciencia. El tema habla de los problemas y supuestos de tipo filosófico que la actividad científica contiene. En este, Bunge explica, de forma rigurosa, que la ciencia maneja varios supuestos de contenido filosófico (o hipótesis filosóficas), las cuales son la base para hacer una correcta investigación científica. Estas hipótesis son el realismo, el sistemismo (o el hecho de que la realidad tiene una estructura de varios niveles), el determinismo ontológico, el determinismo epistemológico y el formalismo (o autonomía de la lógica y las matemáticas).

Así pues, para evitar malas interpretaciones de mi parte, les comparto la hipótesis filosófica 1: el realismo o la aceptación de la realidad del mundo externo, no sin antes también reproducir la breve introducción de Bunge sobre las hipótesis filosóficas* (el remarcado en negritas de algunas oraciones es mío):

El conocimiento científico no contiene supuestos filosóficos. De esto se infiere frecuentemente que la investigación científica no tiene ni presupuestos filosóficos ni alcance filosófico, y que, por tanto, la ciencia y la filosofía serían compartimentos impermeables. Pero esa es una conclusión precipitada. Tal vez no se encuentre la filosofía en los edificios científicos terminados (aunque incluso esto es discutible), pero en todo caso es sin duda parte del andamiaje utilizado en su construcción. Y, a la inversa, la filosofía puede y debe construirse con el método de la ciencia y sobre la base de los logros y fracasos de la investigación científica. No podemos argüir aquí ese último punto: lo que nos va a ocupar aquí es sustanciar la tesis de que la investigación científica presupone y controla ciertas importantes hipótesis filosóficas. Entre ellas destacan las siguientes: la realidad del mundo externo, la estructura de muchos niveles que tiene la realidad, el determinismo en un sentido amplio, la cognoscibilidad del mundo y la autonomía de la lógica y de la matemática.
   1. Realismo: La Realidad del Mundo Externo. Algunos filósofos sostienen que la ciencia factual no presupone, emplea ni confirma la hipótesis filosóficas de que existen objetos reales, o sea, de que hay algo que existe independientemente del sujeto conocedor. Pero eso es un error. En primer lugar, la mera noción de verdad factual, o adecuación de una proposición a un hecho, contiene la noción de hecho objetivo; sólo la verdad formal, por ser una propiedad sintáctica, es independiente de los hechos, y por eso puede ser completa y, consiguientemente, definitiva. En segundo lugar, cuando se construye una hipótesis factual para cubrir un conjunto de hechos, se presupone que los hechos son reales (actuales o posibles); no se pierde tiempo en la ciencia en dar razón de hechos inexistentes. En tercer lugar, ya las contrastaciones en búsqueda de la verdad factual de una hipótesis presuponen que hay algo fuera del mundo interno del sujeto y que concordará en alguna medida con la proposición en cuestión o discrepará de ella. Si ese algo dependiera enteramente del sujeto, no hablaríamos de contrastaciones objetivas ni de verdad objetiva. en cuarto lugar, todo procedimiento empírico de la ciencia empieza por establecer una línea de separación entre el sujeto investigador y su objeto: si no se trata esa línea y cualquier otro operador puede tener acceso al mismo objeto, el procedimiento no debe ser aceptable para los científicos. En quinto lugar, la ciencia natural, a diferencia de concepciones pre-científicas como el animismo y el antropomorfismo, no da cuenta de la naturaleza usando los términos apropiados para atributos típicamente humanos, como haría si la naturaleza dependiera de algún modo del sujeto. Así, por ejemplo, no damos razón del comportamiento de un objeto basándonos en nuestras expectativas ni en otras variables subjetivas, sino que, por el contrario, basamos nuestras expectativas racionales en las propiedades objetivamente averiguables del objeto tal como nos es conocido. En sexto lugar, no habría necesidad de experimentar ni de teorizar acerca del mundo si éste no existiera por sí mismo; una teoría factual refiere a algo que no es el sujeto (aunque puede ser una persona considerada como objeto) y la contrastación empírica de la teoría supone manipulación y hasta a veces la modificación (mediante el experimento) del correlato de la teoría. En séptimo lugar, la ciencia factual contiene reglas de interpretación que presuponen la existencia real de los correlatos. Así, por ejemplo, la regla semántica "'Z' designa el número atómico de un elemento" no se inventa por gusto ni para correlatar determinadas percepciones, sino que se supone que establece una relación entre el signo 'Z' y una propiedad física objetiva (aunque no-observable), a saber, el número de electrones que hay en un átomo. En octavo lugar, no sería necesaria ninguna corrección sucesiva de las teorías factuales si fueran meras construcciones convencionales que no intentaran reflejar la realidad de un modo simbólico. Si creyéramos menos en la existencia de los átomos que en nuestras teorías atómicas, no estaríamos dispuestos a corregir estas últimas en cuanto que presentan sus defectos, sino que abandonaríamos la hipótesis de la existencia de los átomos. En noveno lugar, los axiomas de una teoría factual son enunciados afirmativos más que negativos, no sólo porque las proposiciones negativas son más bien indeterminadas y, por lo tanto, poco fecundas, sino también porque una proposición afirmativa sugiere la búsqueda de alguna entidad o propiedad existentes, puesto que sólo la existencia de ese correlato puede hacer verdadera aquella proposición; en cambio, las proposiciones negativas son verdaderas si no existe nada que las false. En décimo lugar, los enunciados legaliformes presuponen la existencia objetiva de los objetos a cuyas propiedades se refieren; pues en otro caso su verdad sería vacía.  En resolución: la ciencia factual no prueba la existencia del mundo externo, sino que presupone sin duda ninguna esa hipótesis filosófica. Los que quieran refutar esa hipótesis tendrán pues que prescindir de la ciencia.
  Así pues, podemos mirar la tesis que, con el tiempo, sería la base (y continúa siéndolo) del trabajo epistemológico de Bunge.

Bunge siempre resalta la idea principal y la razón por la que la filosofía sencillamente no morirá jamás mientras aún exista la humanidad: toda actividad racional del ser humano (y por racional no entienda que tenga sentido con el mundo real. Basta con que sea un conjunto de ideas y afirmaciones coherentes entre sí, no necesariamente haciendo alusión algo real. O sea, bajo el concepto de actividad racional humana entran también la ideología política, la religión, el activismo, las doctrinas esotéricas y la pseudociencia) tiene presupuestos y problemáticas de contenido filosófico.

*Para evitar entrar en problemas que más adelante iremos tratando, omití los párrafos que se encuentran con asterisco dentro del libro. En su nota introductoria Como Debe Usarse Este Libro, Bunge nos explica que los párrafos que están entre asterisco pueden ser omitidos en una primera lectura.

sábado, 22 de marzo de 2014

Biodiversidad humana... quiso decir racismo, ¿no?

El siguiente escrito es un fragmento de mi artículo top 10 "Mis tonterías favoritas de las humanidades II", del que decidí presentar algunos de los puntos de ese top por separado para así tener un espacio para cada uno de esos temas. Si usted quiere ver todo el top, entre al anterior enlace y no se quede con las ganas.


Pareciera que hoy en día los conceptos que suenan muy técnicos y eruditos están de moda entre los defensores de la pseudociencia. Así es como tenemos conceptos como complejidad irreductible, energía orgónica, diseño inteligente, principio antrópico, medidores de fenómeno de voz electrónica, creacionismo científico, memoria del agua, praxeología, teoría del antiguo astronauta, ley de la atracción, memética, programación neurolingüística... y también, uno que se ha puesto de moda entre antropólogos, políticos de derecha y filósofos sociales: biodiversidad humana.

Aunque por fortuna, los racistas, digo, los "estudiosos" de la biodiversidad humana son pocos, lo cierto es que esta idea vestida con las faldas científicas no solo es una pseudociencia pura y dura, sino que además es una amenaza para la integridad e igualdad ciudadana. Para empezar, hay que dejar en claro que NO existe diferencia entre la definición de biodiversidad humana y la de racismo [pseudo]científico. Biodiversidad humana es un eufemismo de racismo, así sin más.

Este eufemismo hace alusión a la idea de que existen una serie de hechos evolutivos demostrables gracias, principalmente, a la medición del IQ en las razas. La genética (según se nos dice) demuestra que hay una clara diferencia entre la inteligencia de cada raza. Esto demuestra, entonces, que las razas existen y que hay una clara diferencia unas de otras. Aunque esto suena a ideas propias de la época colonial o del Tercer Reich, lo cierto es que existen defensores que cada vez ganan más adeptos y se suelen citar entres estas figuras autores como J. Philippe Rushton, Peter Frost, Richard Lynn, Nicholas Wade, entre otros. El término es poco conocido en el mundo hispanoparlante, aunque tiene sus defensores notables tales como el filósofo y autor del blog popular La Revolución Naturalista, Eduardo Zugasti.

Zugasti representa un excelente ejemplo de lo que se conoce como "ilustrados oscuros" o neoreaccionario (calificativo que él mismo se adjudica, para que no piensen que hago difamación) que trata de simplificar de tal forma las supuestas razones por las que la mayoría "negamos" la biodiversidad humana: fraudes, errores factuales y hombres de paja. La verdad es que el asunto no es así de simple, y no se reduce solo a la apelación moral (algo que Zugasti identifica con la falacia moralista), sino que la defensa de la existencia de razas es ya de entrada un error y por tanto, el supuesto estudio "científico" de éstas resulta en ser solo pseudociencia. Profundicemos un poco más en el asunto.

La principal bandera que los racistas, digo (perdonen, es costumbre), los defensores de la biodiversidad humana utilizan para sostener sus afirmaciones, es que existe una correlación "clara" entre el coeficiente intelectual (IQ) y la raza en específico. Se nos dice que si se acepta que los estudios de IQ son ciencia (y según ellos, eso es algo que no se cuestiona en la comunidad científica), entonces tenemos que aceptar "el hecho" de que hay una diferencia entre el IQ de, por ejemplo, los asiáticos, los africanos y los europeos. Rushton (un psicólogo racista hasta los huesos, pero que al parecer sus seguidores como Zugasti lo admiraron mucho como un experto en genética y "estudioso" de las razas), por ejemplo, aseguraba que existía una correlación entre el tamaño del cerebro y el pene en las razas

Rushton notó que los africanos tienen penes grandes en comparación con otras razas. Como todo un "genio", continúo estudiando este curioso tema, solo para concluir que hay una correlación inversa entre el tamaño del pene y del cerebro. Así, como decía, los orientales tienen penes pequeños en comparación con otras razas, pero su cerebro es mucho más grande haciendo la misma comparación; los negros en cambio, son la raza que tiene los penes más grandes pero los cerebros más pequeños. Eso sí, el tamaño de ambas partes del cuerpo en los caucásicos "europeos" siempre es el adecuado. Si usted encuentra coherencia o profundidad científica en este tipo de cosas, considere el nunca tener influencia social por el bien de las mentes que podría contaminar con este tipo de tonterías nocivas.

Contrario a lo que estos "estudiosos" creen, lo cierto es que no existe ni una aceptabilidad para los medidores de IQ en la comunidad científica, ni existe nada que demuestre de forma siquiera parcial que exista una relación entre el IQ y la raza. Vamos, no hay nada que para empezar demuestre la existencia de las razas, más allá de un concepto cómodo que se utiliza de forma ambigua. "La idea de 'las razas' es un producto ultrasimplista de la era del descubrimiento y el imperialismo europeo. Todo se clasificaba, todo se estudiaba, no siempre con bases científicas, y se intentó hacer lo mismo con los seres humanos", explica Mauricio-José Schwarz.

Lo cierto es que las evidencias son claras. No existe algo como raza, como si se tratara de una clasificación o distinción específica dentro de la taxonomía. Lo que es más, existen evidencias aplastantes de variabilidad en las poblaciones que los racistas tratan de ver como si se trataran de un único tipo (o subtipo) de humanos solo por su color de piel. La variabilidad poblacional es una fuerte razón para echar a la biodiversidad humana al mismo saco de pseudociencias nocivas como la frenología, la antropometría y la antropología nazi. Sin embargo, algunas veces se asegura que los "negadores" de la biodiversidad humana niegan las diferencias genéticas de poblaciones, lo cual no es más que un cínico hombre de paja, tal como explica Schwarz (hablando del blog de Zugasti):
Algunos creen que esto implica negar las diferencias genéticas entre poblaciones. O les conviene decir que otros lo creen porque así los pueden pintar como imbéciles. Lo que se llama el "hombre de paja": decir (como en el blog racista) que los enemigos del racismo "niegan la variabilidad genética poblacional" y una vez habiéndolos dejado como idiotas atribuyéndoles esa afirmación que no hacen, argumenta en favor de una posición racista arbitraria.
La conclusión al respecto, tal como señala Schwarz, es que todos somos mestizos. Es decir, no existe una raza como tal, sino que gracias a la deriva genética existe una variabilidad de poblaciones que sencillamente por el hecho de ser esto un hecho del mundo real (valga la redundancia), derrumba la idea de raza. Esto se muestra por los estudios en genética de poblaciones, los cuales han demostrado que todos, sí todos, somos "hijos de África." Idea que parece no gustar a los "ilustrados oscuros."

Véase más: IQ and race, entrada en The Skeptic's DictionaryRacial realism y Neoreactionary movement, entradas de la RationalWiki; Race, Intelligence and Limits of Science: Reflection on the Moral Absurdity of "Racial Realism", ensayo de Tim Wise; Raza, poblaciones y biodiversidad humana, artículo de Mauricio-José Schwarz.

domingo, 9 de marzo de 2014

Filosofía de la tecnología, ¿para qué?

“Hemos preparado una civilización global en la que los elementos cruciales  dependen profundamente de la ciencia y la tecnología. También hemos dispuesto las cosas de modo que casi nadie entienda la ciencia y la tecnología. Eso es una garantía de desastre. Podríamos seguir así una temporada pero, antes o después, esta mezcla de combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara." Carl Sagan.


En el siglo XXI es básicamente indiscutible que nuestras vidas (tal como lo dice Carl Sagan en la anterior frase) se encuentran dominadas por las comodidades y ventajas que la ciencia y la tecnología han dado a la sociedad. También es indiscutible que la cantidad de personas conscientes de la responsabilidad de estas herramientas son pocas. De esas pocas personas, es indiscutible que la gran mayoría sabe que la filosofía y la tecnología no se mezclan... esperen, ¿qué?

Aunque es cierto que la gran mayoría de tecnólogos, técnicos e ingenieros consideran que conocer de filosofía les resultaría poco redituable para su profesión (en más de un caso tienen razón), también es cierto (aunque no me lo crean) que la filosofía no solo puede ayudar a comprender mejor qué es y para qué sirve la tecnología, sino que además es necesario filosofar cuando de tecnología se habla, pues no existe proceso racional que no presente un contenido filosófico. O sea, no hay disciplina que no presente problemas del conocimiento, del deber, del ser (no, no me refiero a "ser" de una forma mística, sino a cómo se define algo), de la lógica, de la metodología y de las implicaciones para la vida diaria.

Es por estas razones que en las últimas décadas, dándose cuenta de la importancia social e histórica de la tecnología, muchos filósofos (y técnicos con intereses filosóficos) voltearon a ver de qué trataba dicha manifestación humana y por qué no podemos hablar de humanidad sin tecnología, descubriendo de paso que no es posible (o mejor dicho, no es deseable) tecnología sin humanidades. Así es como surge la filosofía de la tecnología, en principio como reflexiones más o menos sustentadas sobre lo poco que los filósofos sabían sobre tecnología, y después volviéndose toda una rama de la epistemología.

Aunque el uso del conocimiento con fines prácticos y de innovación ha estado presente en toda nuestra historia, lo cierto es que el asunto de la tecnología no fue considerado por la filosofía sino hasta el siglo XIX, y bien entrados en el tema, hasta el siglo XX. (Algunos pensarán: "¿Y por qué diablos los filósofos no se quedaron tal como lo habían hecho por siglos, ignorando y dejando en paz a la tecnología?" La respuesta se puede resumir en una frase de Terencio: un filósofo puede responder que se interesa por la tecnología y sus implicaciones porque "nada de lo humano le es ajeno"). Es posible encontrar algunas palabras de pensadores que van de Platón a Hegel sobre la tecnología (de su época y su trascendencia), pero la verdad es que casi todo lo que en filosofía tradicional se ha dicho sobre ciencia y tecnología, sencillamente es erróneo, ya que no cuadra con el quehacer de estas actividades en el mundo real. Mucho de lo que se entiende por tecnología desde la tradición filosófica resulta ser un montón de ideas actualmente caducas y que, de tomarse con seriedad o aplicabilidad a nuestros tiempos, resultaría en una reflexión filosófica anti-científica y anti-tecnológica.

Fue Karl Marx quien atribuiría por primera vez un papel central a las herramientas y técnicas dentro de sus reflexiones. Tal como nos narra el profesor del Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universitat de Barcelona, Manuel Medina, en "Tecnología y filosofía: más allá de los prejuicios epistemológicos y humanistas":
"Al <<poner a Hegel sobre sus pies>>, Marx reinvirtió también, de algún modo, el prejuicio del humanismo filosófico acerca de la técnica, emplazándola como motor de la emancipación humana en su teoría del desarrollo histórico. Según esta teoría, el desarrollo de los medios de producción, determinado por las innovaciones técnicas, es el que configura los cambios en las estructuras socio-políticas e ideológicas."
Marx se interesó bastante en el desarrollo de la tecnología industrial de su tiempo, prediciendo incluso las "tendencias hacia la sistematización tecnológica y la automatización de la producción", como nos recuerda Medina. Pero Marx no buscaba crear una disciplina epistemológica enfocada al análisis de la tecnología (de hecho, esto no se hizo hasta bien entrado el siglo XX), sino que investigó sobre los adelantos de su época para poder dar sustento en el quehacer industrial a su crítica de la economía política imperante en el siglo XIX (ejem, ejem, el viejo capitalismo, ejem, ejem).

Pero el término "filosofía de la tecnología" no aparecería hasta 1877 de la pluma del filósofo  y geógrafo alemán Ernst Kapp, con su obra titulada: Principios de una Filosofía de la Tecnología. Aunque bien podríamos decir que Kapp fue el padre de esta disciplina, lo cierto es que también podríamos decir que fue un "no tan buen padre", pues su reflexión neohegeliana se dirigió hacia puntos "extraños", tales como el querer ver a la tecnología y su desarrollo como proyecciones de los órganos humanos, o la idea de que la técnica era la propulsora de la cultura, la moral y el desarrollo intelectual (idea que no está del todo equivocada). El tema vuelve adquirir notoriedad con Friedrich Desauer y su obra Filosofía de la Tecnología.      

Desauer, con una especulación platónica, aseguraba que el ser humano, al continuar actualizando sus herramientas y técnicas, obra como instrumento de Dios para continuar con su creación. Desauer se iba de la tecnología a la teología. Las especulaciones en el campo tradicional continúan hasta encontrarnos con José Ortega y Gasset y Martin Heidegger. Ortega y Gasset es el primero en dedicar un estudio filosófico a la tecnología  con su Meditación sobre la Técnica, obra en la que afirma que  el ser humano está determinado biológicamente (pero no culturalmente) "para el cual, lo superfluo es necesario." O sea, el ser humano es un "ser técnico"  que busca siempre nuevas posibilidades que no existen en la naturaleza. Por su parte, Heidegger presenta la típica filosofía oscurantista y anti-científica de la tecnología en "La Pregunta por la Técnica".

En todo el ensayo, Heidegger no muestra nada de contenido original, pero sí mucho esoterismo (como decir que "...la esencia de la técnica esencie en el acaecimiento propio de la verdad"). Las afirmaciones de Heidegger, oscurecidas por su típica forma de "filosofar" ya habían sido constatadas por físicos como Heisenberg en La Imagen de la Naturaleza de la Física Actual. Lo que es original en Heidegger, tal como Medina nos narra, son sus conclusiones negativas sobre la tecnología, asegurando que ésta, junto a la ciencia, representa "un extremo peligro, no solo para la esencia del hombre, sino para todo desocultar como tal." Es triste saber que tesis como estas influyeron en generaciones enteras de filósofos, en especial en las corrientes de la fenomenología y el humanismo filosófico. 

Como vemos, de Marx a Heidegger es posible encontrar reflexiones interesantes tal vez para una buena cultura filosófica, pero poco que nos ayude a comprender de forma correcta y clara a la tecnología, la relación de ésta con la filosofía y con la cultura en general. Por fortuna, la filosofía de la tecnología moderna no siguió ninguna de estas reflexiones. Luego de una serie de eventos con la temática de tecnología y filosofía durante la década de los 60's, en los años 70's se darían los últimos sucesos que permitieron la creación de una disciplina independiente (aunque muy conectada a la filosofía de la ciencia): la filosofía de la tecnología. Paul Durbin (conocido más como "el padrino de la filosofía de la tecnología norteamericana") organizó congresos de filosofía de la tecnología en 1975 y 1977 en la Universidad de Delaware, sobre los cuales se crearon los soportes institucionales de esta nueva disciplina, culminando con la creación de la Society for Philosophy and Technology en 1983.

Es a partir de entonces que podemos decir que surge la filosofía de la tecnología actual, enfocada a los problemas éticos, lógicos, semánticos, metodológicos y ontológicos de la tecnología y la ingeniería (aunque algunos hoy día, ya hacen una diferenciación entre filosofía de la tecnología y filosofía de la ingeniería). Es a partir de entonces que se hacen las preguntas interesantes y los debates apasionantes que tienen que ver con el desarrollo de la tecnología y su impacto en el mundo real. Para adentrarse en esta apasionante disciplina epistemológica, es necesario (como en toda rama de análisis filosófico y social) tener un conocimiento decente de la disciplina analizada. O sea, tener una buena cultura sobre la tecnología, su historia y desarrollo. Preguntas como ¿cuál es la naturaleza de la tecnología? resultan en espléndidos ejemplos de cómo es necesario tal bagaje de conocimientos sobre el tema, pues de otro modo, corremos el riesgo de hacer filosofía basura al estilo Heidegger: vacía y sin originalidad, que además traiga consigo una carga de oscurantismo anticientífico que hace de esta reflexión algo nocivo para el diálogo entre humanidades e ingenieros y técnicos.


En resumen:
La filosofía de la tecnología es la rama de la epistemología que sirve para el análisis lógico de los problemas de contenido filosófico en el desarrollo e influencia de la tecnología. Aunque nace como una serie de especulaciones esparcidas en algunas doctrinas filosóficas tradicionales, la filosofía de la tecnología actual es hoy por hoy uno de los principales puentes del diálogo común entre humanidades e ingenierías, técnicas y tecnologías.